Durante los últimos años, se viene promoviendo la necesidad de implantar programas de prevención de delitos (Corporate Compliance) en las empresas. El sector agroalimentario, no es ajeno a esta tendencia, que se ve reforzada por la idiosincrasia propia del sector en el que se considera como una máxima en el cumplimiento ineludible dar cobertura a los riesgos que podrían derivarse para la salud pública, la confianza del mercado y de los consumidores, el medioambiente, etc.
Sin duda alguna, el sector bodeguero se encuentra sometido a una importante regulación normativa tendente a generar la máxima confianza entre los consumidores en los procesos de elaboración y distribución del vino, lo que genera no pocas incertidumbres en las empresas del sector.
Pero el Corporate Compliance va más allá. Poco puede haber más importante para las actividades que desarrollan las bodegas que mantener su legado de generación en generación preservando el valor de sus marcas, las cuales se basan, fundamentalmente, en transmitir emociones, la historia de sus fundadores, los valores que le son propios, el respeto al ecosistema que les rodea, etc.
Por todo ello, la implantación de dichos programas tiene por objeto dotar a las bodegas de mayor seguridad en su tráfico diario y evitar conductas irregulares que puedan conllevar posibles sanciones, con las importantes consecuencias que ello acarrearía en el plano económico y reputacional, echando por tierra el trabajo y la dedicación de años y años.